Laura y Carlos querían celebrar una boda informal en una casa rural propiedad de la familia del novio, pero no estaban seguros de ser capaces de realizar su boda ideal en ese espacio. En busca de ayuda, contactaron con las wedding planner de Essencias de boda, que contribuyeron a hacer su sueño realidad.
Laura y Carlos se conocieron en julio de 2009 y se casaron en el mismo mes 8 años después. Ella vivía en Barcelona y él en Madrid cuando se vieron por primera vez, durante una visita de Carlos a un amigo en común que residía en la Ciudad Condal. Fue un flechazo que les llevó a hablar a diario y durante meses por teléfono, hasta que Laura se decidió a dejarlo todo y a apostar por la relación.
Por ese entonces Carlos, que es futbolista, residía en A Coruña, y allí se trasladó ella, ni corta ni perezosa. Y así siguió haciéndolo a lo largo de los años, cuando le fue posible pedir permisos o excedencias, para seguirle al lugar donde jugase. Y cuando esa posibilidad no existía, Laura y Carlos se veían los fines de semana o en las épocas en las que se interrumpía la temporada de fútbol.
El lugar de la ceremonia y el banquete
Laura y Carlos decidieron casarse en Mérida, ciudad natal de Carlos, y realizar la celebración en una casa rural propiedad sus padres, la Casa Rural Cornalvo, de Mirandilla. Un lugar muy especial para el novio por ser su casa de campo de toda la vida, el lugar donde creció y vivió infinidad de anécdotas e historias.
Así fue la boda informal de Laura y Carlos
Para la organización y la decoración del evento pidieron ayuda a la wedding planner Jéssica Palacios, de Essencias de Boda, que hizo un trabajo magnífico. Ella se encargó de toda la coordinación previa y del día B. “Fue un acierto total –asegura Laura-, un servicio impecable sin el que nada hubiese sido posible. Todo estaba bajo control. Las chicas de Essencias de Boda conocían al milímetro lo que queríamos y cómo lo queríamos, a nuestras familias, amigos, a todos los proveedores…”
“Respecto a la decoración, el resultado fue increíblemente bonito, más de lo que nosotros habríamos podido imaginar. No tenemos palabras para describirlo, las fotos hablan por sí solas. Fue un trabajo de 12. No podríamos haber hecho la boda sin Jéssica y toda su empresa”.
La ceremonia fue súper especial, además de muy entretenida y dinámica. La ofició el cuñado del novio, y fueron interviniendo muchos invitados y compañeros de Carlos. “A pesar de ser tan divertida, fue imposible retener las lágrimas, y todos acabamos llorando, incluidos los proveedores: fotógrafos, camareras, y wedding planners. Allí lloró de alegría todo el mundo y fue la boda que realmente habíamos soñado: en el lugar que queríamos (teníamos muchas dudas de poner hacer en este espacio todo lo que hicimos, pero Essencias de Boda nos aseguró que se podía y así lo hicieron) y del estilo que buscábamos, informal, romántica y a la vez muy muy cuidada y controlada” –asegura Laura-.
El banquete lo contrataron con la empresa sevillana Catering Davila: “fue lo que más nos costó decidir. No encontrábamos un catering que se ajustara a nuestros gustos y necesidades, pero acertamos –explica Laura-. Sin duda un catering de categoría, un trato genial y los volveríamos a elegir sin dudarlo. Colocaron mesas alargadas, sin protocolo, en las que cada uno se podía sentar donde quisiese, y fue todo un acierto”.
Para las invitaciones “elegimos un modelo en papel kraft, con cuatro fotos de los novios en formato tira. Nos fuimos un día de noviembre a la playa a hacernos fotos, y las que más nos gustaron fueron las que utilizamos para las invitaciones”.
El vestido de la novia
Laura tenía claro que quería un vestido sencillo, sin velo ni cola. De estilo bohemio y rústico, por el tipo de boda que tenían pensado realizar. “Solo fui a tres tiendas de vestidos de novias de Barcelona, y en la tercera, Mimetik Barcelona, que no es muy conocida, fue donde lo encontré. Realicé muchas pruebas, fui 5 o 6 veces a la tienda para que me hicieran arreglos, pero finalmente conseguí el vestido que quería”, recuerda Laura.
Respecto a los zapatos, explica Laura que “quería comodidad en mi gran día, y, como el estilo era rustico, elegí unas cuñas de la marca Camenchu. ¡Más contenta imposible!”
Además, “llevé pendientes y colgante a juego de la misma marca, que compré en una tienda de un barrio de Barcelona. Eran pierda de cuarzo rosa palo, y alrededor de circonita”.
El peinado y el maquillaje
“Soy muy sencilla y natural, y no me gustan los recogidos– explica Laura-. Quería el pelo suelto, con un poco de volumen, pero sencillo, ya que tenía clarísimo que quería llevar una corona de flores en mi cabeza. También el maquillaje fue sencillo y natural”.
La corona, de flores preservadas, la compró en Eu La Lia Tocados y Complementos, en Mérida. “A juego con esta corona le regalé pulseras a mis mejores amigas y encargué el ramo. Todo en consonancia, los mismos tonos y las mismas flores preservadas y paniculata”.
El outfit del novio
“Yo quería un traje de color azul, porque los negros y los grises no me gustan –cuenta Carlos-. Cuando lo vi en la tienda, supe que era ese. Lo combiné con camisa blanca, pero la corbata, los tirantes y el pañuelo me lo hicieron con la tela que escogí en una tienda de Barcelona. Fui encantado con mi pajarita, que era muy diferente a las típicas que se pueden ver”. Respecto a los zapatos, “¡fueron unas zapatillas blancas! Es lo que más me pega, por mi estilo y mis gustos, y encima quedaban de 10 en el entorno de la boda”.
La madrina y la madre de la novia
Hubo bastante coordinación y mucho cuidado con el no protocolo, y no fue una boda de grandes firmas. “Dijimos a todos los invitados que fuesen cómodos, incluidas las familias más cercanas. La madrina iba muy guapa, pero con un traje corto, de un alegre color verde agua, como de gasa, que combinaba de maravilla con el look del novio y el ambiente de la boda –explica Laura-. Mi madre, igualmente, acudió con un vestido corto estampado informal pero muy correcto para la ocasión y para el estilo de boda”.
La luna de miel
Laura y Carlos tenían claro que su luna de miel tenía que ser en la Riviera Maya, México. “Hacía años que queríamos ir allí de vacaciones, pero por una cosa u otra nunca se podía. Fue un viaje espectacular, de relax, pero a la vez con excursiones, y sin parar de pensar y de hablar de nuestra boda”, concluye feliz Laura.
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