Estás bailando en tu boda, tu DJ favorito pone esa canción y, de repente, alguien se acerca y te dice: “¡Se acabó el vino!”. Pesadilla.
En el lado opuesto, también está la otra versión: tres meses después de la boda sigues encontrando cajas de cerveza en casa de tu suegra. ¿La solución? Calcular bien, sin dramas, la cantidad exacta de bebida para tu gran día.
Te lo contamos paso a paso para que no te falte ni una copa (ni te sobren litros que nadie va a cargar de vuelta).

Ten en cuenta a tus invitados (y sus estilos de brindis)
No es lo mismo un grupo de veinteañeros con alma festivalera que una boda de día con invitados más clásicos. Piensa en:
Número de invitados: es tu punto de partida.
Perfil de consumo: ¿familia más tranquila o amigos que ya están planeando la segunda ronda antes del aperitivo?
Horario y duración de la boda: en una comida de día se bebe diferente que en una boda que empieza de noche y termina con churros al amanecer.
Un consejo práctico: considera que un 10-15% de tus invitados beberá poco o nada (ni alcohol ni refrescos) y que habrá un grupo que duplicará el consumo promedio.
La regla de oro del cálculo
Aquí va la fórmula sencilla:
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Vino espumoso (para el brindis): calcula 1 botella por cada 6 personas.
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Vino tinto y blanco para la comida o cena: unas 3 copas por persona (media botella). Divide según el menú: si hay carne, más tinto; si es pescado, más blanco.
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Cerveza: entre 2 y 3 por persona durante el cóctel.
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Combinados y destilados (barra libre): 3 tragos por persona si la barra dura 3-4 horas.
Y ojo: no olvides agua, refrescos y opciones sin alcohol. Se calcula al menos una botella de agua por persona y dos refrescos en total (aunque siempre vuelan más rápido de lo que crees).
Ajusta según la temporada
Hay algo que a veces olvidamos al pensar en la bebida de la boda: el clima. El calor, el frío, la humedad o incluso la hora del día influyen directamente en lo que tus invitados van a querer tener en la mano. Y no, no es lo mismo brindar con un espumoso bajo un cielo de verano que disfrutar de un buen tinto en una boda invernal junto a un plato de cordero.
En verano, los invitados buscan frescura. La cerveza corre más rápido que el vino tinto y el blanco se convierte en el gran protagonista, siempre bien frío. El agua es imprescindible: calcula que se consumirá bastante más de lo habitual, porque entre el cóctel, el baile y el calor, todos querrán hidratarse sin parar.

En invierno, la historia cambia. El vino tinto cobra protagonismo y los destilados ganan terreno en la barra libre, porque apetecen más las bebidas que reconfortan y dan calidez.
Si tu boda es en pleno agosto y al aire libre, no lo dudes: incrementa en un 50% tu cálculo de agua y cerveza. Piensa que, además de brindar, tus invitados necesitarán refrescarse. Mejor prevenir y asegurarte de que nadie tenga que interrumpir el baile para ir en busca de un vaso de agua.
Al final, se trata de leer el ambiente y adelantarte a lo que va a pedir el cuerpo de tus invitados. La bebida no solo acompaña el menú: también acompaña la estación, el lugar y hasta el ritmo de la fiesta.
Pregunta al catering (y negocia)
Muchos caterings ya incluyen la bebida en un paquete cerrado. Aquí el truco está en preguntar si trabajan con consumo ilimitado o con recuento de botellas abiertas. La diferencia puede ser clave en el presupuesto.
Y si tú misma te ocupas de comprar la bebida: negocia devolución. Muchas distribuidoras aceptan recoger lo que no se consume (cerrado, claro). Es la garantía de oro para que no te quedes con 40 litros de vermut decorando tu salón.
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El extra que marca la diferencia
Si quieres sorprender (y controlar mejor el consumo), piensa en:
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Un cóctel signature: una bebida especial para tu boda, fácil de preparar y que se convierta en el sello de la fiesta.
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Estaciones temáticas: de gin-tonics, de vermut o incluso de aguas infusionadas para quienes no beben alcohol. Aparte de chic, hacen que el consumo sea más ordenado.
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Las bodas son para disfrutarlas, no para andar haciendo cálculos de copas mientras suena tu canción favorita. Si ya tienes claras las cantidades básicas, puedes relajarte: todo lo demás se acomoda solo. Y si al final sobra un poco… míralo por el lado bueno: tendrás la excusa perfecta para revivir la celebración en una postboda con amigos o en una cena íntima en casa, brindando una vez más por ese gran día.
En resumen: piensa en tus invitados, aplica la regla de oro, ajusta por temporada y, sobre todo, pacta con el catering o proveedor para no cargar con el excedente. Con estas claves, tu única preocupación el gran día será que nadie se quede sin bailar su canción favorita, copa en mano.
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