Hay días que marcan una vida. El pasado 18 de octubre, bajo el cielo de Sanlúcar de Barrameda, Alberto Herrera y Blanca Llandres sellaron su historia de amor.
La basílica de Nuestra Señora de la Caridad, patrona de la ciudad, se vistió de blanco, de emoción y de música. Alberto llegó del brazo de su madre, Mariló Montero, con esa mezcla de orgullo y ternura que solo una madre conoce. Pero fue cuando vio a Blanca avanzar hacia el altar —serena, radiante, con una elegancia casi etérea— que el tiempo pareció detenerse. Las lágrimas del novio, captadas justo en ese instante, fueron el mejor resumen del día: el amor hecho emoción pura.
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El gesto que conmovió a todos
En plena ceremonia, mientras el coro entonaba los últimos compases, Alberto se inclinó y besó la barriga de Blanca. Un gesto espontáneo, sincero, y probablemente el más tierno de todo el día. Su hijo, aún por llegar, ya formaba parte de ese “sí, quiero” eterno.
Las imágenes de ese momento, que el propio Alberto compartió en redes, reflejan la esencia de su unión: amor, fe y familia. “Mi mujer es y será lo mejor que me ha pasado. Todo lo que le da sentido a la vida —y a la fe— es el amor”, escribió el locutor, aún con la emoción en la voz.
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Un “sí, quiero” compartido con el mundo
Todavía con la resaca emocional del gran día, Alberto Herrera quiso abrir su álbum de boda al mundo y agradecer el cariño. Desde su perfil de Instagram, el locutor compartió algunas de las imágenes más íntimas del enlace y agradecía de esta manera el amor que recibieron ese día:
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Sus seguidores, familiares y amigos llenaron las redes de mensajes de cariño, emocionados al ver la naturalidad con la que Alberto y Blanca compartieron su felicidad.
Dos vestidos, dos momentos
Tras la ceremonia, los recién casados y sus invitados se trasladaron a la Finca Marbella, donde el ambiente se llenó de risas, brindis y abrazos. Para la celebración, Blanca cambió su look por un segundo vestido, también firmado por Montenegro y Crusset: un diseño tipo cóctel, cómodo, con falda de volantes y alma flamenca.
Un guiño a Lola Flores, un homenaje a su tierra y a su carácter libre. Ese vestido fue el elegido para bailar con Alberto, capturando una de las imágenes más dulces de la jornada.
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Dicen que las bodas más bonitas no son las perfectas, sino las que se sienten. La de Alberto y Blanca fue exactamente eso: emoción, fe y ternura entrelazadas. Un amor que se hizo visible en cada lágrima, en cada mirada, y en ese beso sobre una barriga que ya guarda el futuro.
Porque hay amores que llenan iglesias… y que llenan el alma.
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