Hay una frase que, pase lo que pase durante la boda, siempre acaba apareciendo en los baños: una confesión espontánea, divertida y sincera que resume a la perfección cómo se vive una celebración
En medio del caos bonito de una boda, entre el vestido perfecto y los tacones que ya empiezan a molestar, los baños se convierten en un refugio inesperado. Allí no hay protocolo ni miradas ajenas, solo espejos empañados, risas y ese círculo sagrado de amigas de confianza que escuchan, aconsejan y guardan secretos como si estuvieran en un confesionario moderno. Es el lugar donde se retocan los labios, se recolocan emociones y se dicen en voz alta pensamientos que no siempre se confiesan en la mesa.
Y es precisamente en ese espacio íntimo y discreto donde, boda tras boda, acaba saliendo a la luz una frase que se repite en todas las celebraciones. Una frase sincera, a veces impulsiva, que puede resumir lo que está pasando fuera, y que solo se atreve a pronunciarse de puertas para dentro.
La frase que más se repite en el baño de las bodas
Sí, la tenemos: “Estoy fatal”, una frase corta que suele ir acompañada de una risa o un abrazo. Aunque dicha así, sin contexto, la frase puede sonar negativa, lo cierto es que ese “estoy fatal” que se repite en los baños de una boda suele ser todo lo contrario. No habla de algo malo, sino de una acumulación de sensaciones tan intensas que cuesta ponerles otro nombre. Es una forma rápida y sincera de que todo está pasando a la vez: la emoción por algo, el cansancio, la felicidad, los nervios y esa euforia que se suele vivir en esos días de celebración.
Muchas veces ese “estoy fatal” empieza, simplemente, por los pies. Horas de pie, ceremonias largas, cócteles interminables y tacones elegidos con ilusión pero que no siempre son los más acertados. El dolor aparece, se comenta entre risas y miradas cómplices frente al espejo. Por suerte, suele tener una solución práctica y casi mágica: sacar ese segundo par de zapatos que esperaba pacientemente debajo de la mesa, en el bolso de una amiga previsora o en el coche. Cambiarse los tacones por unas bailarinas o unas zapatillas no es rendirse y, curiosamente, ese gesto marca muchas veces el inicio de la mejor parte de la noche.
Pero no todo es físico. A veces, el “estoy fatal” llega acompañado de una confesión un poco más delicada y bastante divertida. Porque las bodas, con su ambiente romántico y su banda sonora cuidadosamente elegida, tienen esa capacidad peligrosa de remover cosas.
De repente, entre copa y copa, te das cuenta de que estás sintiendo algo por ese amigo al que conoces de toda la vida. O por ese invitado con el que no habías hablado nunca y que, misteriosamente, ahora parece increíble. Y entonces claro, “estas fatal”. Fatal porque no es el momento, porque no lo esperabas, porque no sabes si es el vino, la música, la magia del día o porque no sabes ni siquiera si tiene pareja o no. Y aparece esa frase con tu mejor amiga entre risas.
Otras veces, la causa es el alcohol. Los brindis que se encadenan, las copas que llegan sin pedirlas, la emoción… Todo hace que suba más rápido de lo previsto. Entonces alguien se apoya en el lavabo, se mira al espejo y lo suelta: “Estoy fatal”, que en realidad significa “necesito agua, aire y cinco minutitos sentada”. Aparece una amiga con un pañuelo, otra que retoca el maquillaje y alguien que recuerda que hay que comer algo. Fuera dramas, aquí todas nos cuidamos.
Ese “estoy fatal” también puede salir de quien no esperaba llorar tanto al ver a la novia entrar, de quien vive recuerdos, etapas cerradas o emociones que ya creía superadas. No es tristeza, es sensibilidad a flor de piel. Y decirlo en ese espacio íntimo suele aliviar más que disimularlo fuera.
¿Y si lo dice la novia?
En el caso de la novia, la frase cobra más sentido. Puede ser cansancio, nervios acumulados durante meses, descarga emocional después de una ceremonia intensa. Pero casi siempre va acompañada de una sonrisa porque, a pesar de estar cansada o de haber superado los nervios, la felicidad que se siente en ese momento supera todo. Porque estar “fatal” ese día es señal de haberlo vivido todo con intensidad. Por eso, lejos de ser algo negativo, esa frase es una prueba de que la boda está siendo un éxito. Significa que hay emoción, entrega y momentos reales. Porque en el fondo, sentirse un poco desbordad también es una forma honesta de celebrar.
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