Hay una instante, casi invisible, entre abrazos y flashes, en el que una novia puede sentirse sola. Te contamos cuándo
La boda es, en teoría, uno de los días más acompañados de la vida, sobre todo para los novios. Se encuentran todo el día rodeados de familia, amigos, miradas cómplices y sonrisas emocionadas, la novia parece no estar nunca sola. Sin embargo, muchas coinciden en lo mismo. Y es que, existe un momento concreto, breve pero intenso, en el que una sensación de soledad aparece sin avisar. No es tristeza, ni arrepentimiento y tampoco miedo. Es algo más sutil, una sensación emocional en medio del ruido.
Ese momento no suele llegar cuando falla algo, porque sí, siempre hay algo que falla, y tampoco cuando los nervios se disparan antes de caminar hacia el altar. Aparece, curiosamente, cuando todo va bien. Cuando el vestido está puesto, el maquillaje perfecto, los familiares más queridos cerca… y aun así, la mente se va a un lugar propio. Tal vez mientras te ajustan el velo por última vez, cuando cierras la puerta de la habitación y te quedas sola unos segundos, o justo antes de caminar hacia la ceremonia, cuando el murmullo del exterior se apaga y solo quedas tú con tus pensamientos.
Un cambio esperado que asusta
Es entonces cuando muchas novias sienten que están cruzando una frontera invisible. Porque casarse no es solo celebrar el amor, es asumir que algo cambia para siempre. Y aunque ese cambio sea deseado, incluso feliz, implica despedidas pequeñas pero reales. Se despide una versión de ti misma, una etapa, una forma concreta de pertenecer a tu familia de origen.
Hay algo irónico en sentirse sola el día en que todo el mundo está pendiente de ti. Pero esa soledad no nace del abandono, sino de la conciencia. De darte cuenta de que ese paso lo das tú, con tu historia, tus miedos y tus certezas. Nadie puede vivirlo exactamente como tú. Además, existe una presión silenciosa por estar radiante, feliz, emocionada, tal y como todos esperan de la novia. Es una decisión difícil de explicar. Puedes desear ese día durante años y, aún así, necesitar un segundo de silencio para respirar y asimilar todo lo que se viene. Incluso puedes pensar: “¿En qué momento pasó todo tan rápido?”, mientras alguien te pregunta si estás lista para salir.
Ese instante de soledad suele ser corto, casi un suspiro, pedo deja huella. Es un momento de lucidez en el que la novia se encuentra consigo misma sin filtros. Algunas piensan en sus padres, en su infancia, en las personas que faltan. Otras recuerdan versiones pasadas de sí mismas que jamás imaginaron llegar hasta aquí. Hay quienes sonríen en silencio y quienes sienten un nudo en la garganta. Todas estas sensaciones son válidas.
Un recuerdo lleno de cariño
Y no, este momento no es triste. Es un momento que después se recuerda con cariño al mirar atrás porque no estaba en los planes y fue real. Y quizás ahí reside su valor: en recordarnos que incluso los días más felices hay espacios de introspección, y que eso no los hace menos especiales, sino más humanos.
Aceptar ese instante, sin intentar huir de él, puede ser incluso liberador. Acepta esos pensamientos, reconócelos, respira hondo y sigue hacia delante, porque después de ese momento de soledad llega el encuentro, la mirada de tu pareja, las manos del “sí, quiero”. Al final, ese momento exacto en que una novia se siente sola no habla de ausencia, sino de transformación. Es el punto en el que una etapa se cierra para comenzar otra. Un pequeño silencio antes del aplauso.
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