Nadie te avisa de esto, pero antes de elegir vestido, fecha o flores, hay un viaje que casi todas las parejas hacen. No aparece en Instagram ni tiene souvenirs, pero es el más determinante de todos. Un trayecto íntimo, a veces silencioso, otras caótico, que empieza mucho antes de la pedida oficial y que marca un antes y un después. Si estás leyendo esto, es muy posible que ya estés en él.
El punto de partida: cuando el amor deja de ser solo emoción
Al principio todo fluye. Te enamoras, te ilusionas, te reconoces en el otro. Pero llega un día —no sabes exactamente cuándo— en el que algo cambia. El amor sigue ahí, sí, pero empieza a pedir más profundidad. Aparecen preguntas nuevas, más serias, más adultas. ¿Encajamos de verdad? ¿Queremos lo mismo? ¿Cómo es la vida cuando se apagan los fuegos artificiales?
Este es el verdadero punto de partida del viaje: cuando el corazón y la cabeza empiezan a caminar juntos. Y no siempre van al mismo ritmo.
Las conversaciones incómodas (y necesarias)
Si hay una etapa clave en este recorrido, es esta. Las conversaciones que no siempre apetecen, pero que lo revelan todo. Hablar de dinero, de hijos, de trabajo, de miedos, de expectativas. De lo que arrastras y de lo que sueñas. De lo que no estás dispuesta a negociar.
Aquí se caen muchos mitos románticos, pero también se construyen cimientos reales. Porque amar no es solo coincidir en lo bonito, sino aprender a mirarse cuando hay diferencias. Y créeme: si puedes hablar de lo difícil antes de casarte, estás mucho más cerca de hacerlo bien después.
El espejo: lo que descubres de ti en el proceso
Este viaje no va solo de pareja, va mucho de ti. De quién eres ahora y de quién estás dispuesta a ser. De tus límites, de tus patrones, de tus silencios. Decidir casarte no es solo elegir a alguien, es elegir una versión de ti misma dentro de una historia compartida.
Tal vez descubras que necesitas más seguridad, más independencia o más calma. Tal vez confirmes que estás preparada para construir algo a largo plazo. O tal vez entiendas que aún no es el momento. Todo eso también es avanzar.
Las dudas: compañeras inevitables del camino
Spoiler: dudar no significa que no sea amor. Significa que te importa. Que estás siendo consciente. Que no estás eligiendo a la ligera. Las dudas aparecen porque el matrimonio no es un juego, es una decisión profunda.
Habrá días de certeza absoluta y otros en los que te preguntes si esto es lo correcto. La clave no está en no dudar, sino en observar qué hacen esas dudas: ¿te acercan o te alejan? ¿Te invitan a crecer o te encogen?
El momento de claridad: cuando el “sí” se siente en calma
Y entonces, casi sin darte cuenta, algo se ordena. No hay fuegos artificiales, hay serenidad. No es una euforia desbordada, es una certeza tranquila. Entiendes que no se trata de encontrar a la persona perfecta, sino a la persona con la que quieres recorrer la vida, incluso cuando no es perfecta.
Ese es el verdadero final del viaje: cuando el “sí, quiero” no nace de la presión, la costumbre o el miedo a perder, sino de una elección consciente, madura y llena de amor real.
Porque antes de caminar hacia el altar, ya habías recorrido el camino más importante de todos.
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