Desde sus orígenes hasta la actualidad, los usos y costumbres relacionados con el velo de novia y su significado han ido cambiando. Te desvelamos los detalles más interesantes de la historia de esta prenda que hoy vuelve a ser tendencia.
El significado del velo de novia ha ido evolucionando a lo largo de los siglos, y su uso nada tiene que ver con la época actual, en la que guarda más relación con la moda que con cualquier otro tipo de consideración. Sin embargo, conocer la historia de este complemento te ayudará a poner en valor los velos antiguos que hoy pueden encontrarse en el mercado, y que se están convirtiendo en piezas muy demandadas por las novias.
Para conocer las vicisitudes de esta prenda a lo largo de la historia, hemos contado con la colaboración del especialista en velos antiguos Diego Manuel Vaca, de Mantones del Sur. En su tienda online podrás encontrar auténticas joyas de finales del siglo XIX y comienzos del XX en distintos tipos de encaje y para todos los gustos y presupuestos. Además, Diego sabrá explicarte la historia que atesora cada uno de ellos.
El velo de novia a lo largo de la historia
En determinadas culturas y a lo largo de la historia el velo de novia se ha utilizado atendiendo a razones que es impensable concebir en nuestra sociedad actual. Por ejemplo, en matrimonios concertados por las familias en los que el novio no veía a su prometida hasta el día de la boda, y en los que la pareja ni siquiera se conocía en persona antes de la celebración.
O como aún sucede en la actualidad en muchas culturas orientales, que utilizan el velo para cubrir a la mujer e impedir que la vean las personas ajenas a la familia más directa.
En la civilización romana y en su antecesora la griega el velo comenzó a utilizarse como complemento en el vestir, para adornar y resaltar a las mujeres. Uso que compartía con otro supersticioso, que era el de evitar «el mal de ojo». Se entendía que cubrir el rostro con esta prenda en la calle evitaba recibir los efectos de tan temido maleficio.
Ya en los albores del siglo XIX el velo se utilizaba de forma habitual en las cortes europeas, y comenzó a convertirse en un complemento imprescindible en las ceremonias religiosas de las uniones matrimoniales. La incipiente burguesía comenzó a adoptar su uso en un deseo de emular a las clases nobiliarias y a la realeza.
Sin duda la boda en 1840 de la Reina Victoria de Inglaterra, que se casó a la edad de veinte años por amor con el príncipe Alberto de Sajonia, marcó un antes y un después en la indumentaria del vestido de novia. El color blanco que lució se convirtió en tendencia, al igual que los azahares o flor del naranjo, símbolo de fertilidad, con los que adornó su cabello, y el largo velo propio de su rango que lució.
Las hijas y las nietas de la reina se casarían más tarde de blanco y con velo, y tanto las cortes europeas como la nobleza y la aristocracia adoptaron esta tendencia, que también fue fielmente imitada por las clases burguesas.
El azahar y las flores se pusieron de moda, convirtiéndose en símbolo de las novias de la época victoriana. Cuando no disponían de ellas, las llevan de cera, nácar e incluso de cerámica.
En 1854 el Papa Pio IX proclamó el dogma de la Inmaculada Concepción, y en 1858 una niña llamada Bernadette Soubirous proclamó haber visto dieciocho apariciones de la Virgen María en las afueras de Lourdes (Francia) con vestido y velo blanco y cinturón o cinta azul. En su última aparición la imagen le dijo: “Yo soy la Inmaculada Concepción”. A partir de entonces la liturgia recurrió al color blanco inmaculado como símbolo de pureza y belleza.
A partir de esta época el uso del velo blanco se impuso de manera natural en las celebraciones religiosas junto al color blanco del vestido. Así surgió el paradigma de novia occidental actual, esa imagen de la novia que todos tenemos y que ha ido evolucionando a lo largo de la historia en función de las tendencias, pero manteniendo el color blanco como predominante.
En la actualidad muchas novias siguen utilizando el velo para la celebración de su enlace religioso, y cada vez se va incorporado más esta prenda a las ceremonias civiles. Y lo hacen, quizá sin saberlo, a imagen y semejanza de una joven reina de veinte años que quiso casarse por amor. Y que lo hizo adoptando el blanco, las flores de azahar y el velo como símbolos de entrega y unión, desoyendo las rígidas reglas en el vestir, la pompa, el oro y el color que habrían correspondido a una personalidad de su rango en aquella época.
Desde entonces, los vaivenes de la moda han ido alargando y acortando velos, sustituyendo unos tipos de materiales, tejidos y bordados por otros, e incluso reemplazándolos por tocados y otros complementos. Sin embargo, la tendencia ha vuelto y los diseñadores de moda nupcial vuelven a colocarlos como elemento esencial de la novia, sin duda continuando con el romanticismo que los hizo formar parte de una boda real y marcar la tendencia hace ciento ochenta años años.
¿Te imaginas poder lucir un velo de novia con historia el día de tu boda? Muchas de las joyas artesanas que han ido surgiendo a lo largo de estos dos siglos de historia se conservan, y conseguir la que mejor se adapte a tu vestido de novia es posible.
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