martes, 13 de agosto de 2024

Peligros del amor en tiempos de IA

Las personas están comenzando a enamorarse de chatbots románticos y puede ocurrir que no se sepa diferenciar la realidad de la ficción

La Inteligencia Artificial está llegando a niveles que jamás habríamos imaginado. Hace un tiempo, Alicia Framis, una artista catalana, anunció que se casaría con un holograma como parte de un proyecto profesional. Bajo el nombre “The hybrid couple’, estaba basado en sus relaciones anteriores con el objetivo de recrear las relaciones íntimas y las emociones que se pueden generar ante la cotidianidad y el día a día con una máquina. Asimismo, cada vez son más los que se atreven a empezar una relación sentimental con novios o novias virtuales. Pero eso no es todo y es que, la IA, cada vez más avanzada en todos los ámbitos, desde la medicina hasta el entretenimiento, puede generar conversaciones y respuestas sentimentales tan reales que muchos usuarios están comenzando a enamorarse de chatbots.

 

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Estos son los peligros de la IA en el amor

Uno de los peligros a los que se exponen los usuarios de la Inteligencia Artificial es que, su capacidad de parecer real puede confundirse, sobre todo en un ambiente donde exista soledad. La interacción con asistentes virtuales pueden proporcionar una sensación de comprensión y compañía sin miedo a ser juzgados o rechazados. Las IA siempre están disponibles y están programas para ser comprensivas y afectuosas.

 

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Además, esto puede conllevar unas expectativas poco realistas sobre las relaciones humanas ya que hay una clara carencia de implicación emocional, con esfuerzo, empatía y compromiso.  La dependencia emocional de una IA también podría agravar problemas de salud mental, como la ansiedad y la depresión, aún más, cuando se trata de novios o novias virtuales creadas específicamente para acompañar a alguien.

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Pero en este último caso, la cosa no acaba ahí. Estas máquinas pueden extraer datos personas para usarse de forma ilegal e incluso se conoce que el 90% de estas aplicaciones los comparten con empresas que lanzan anuncios dirigidos a las personas que las usan. Toda una pesadilla para la privacidad.



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