Ambos nacidos en Soria, no fue hasta 2008 cuando Cristina y Álvaro se conocieron, primero como compañeros de trabajo, después como amigos y cuatro años más tarde como pareja. Iniciaron su relación justo en el momento en el que Cristina se marchaba de España para iniciar sus estudios de Diseño en Milán.
Tras un primer año de relación a distancia, Álvaro dejó su trabajo en España para vivir con ella en Italia. Desde entonces no se han separado. Dos años en Milán, cinco en Londres. Después la pandemia los trajo de vuelta a España y propició la decisión de Álvaro de pedirle en matrimonio a Cristina en Milán, donde comenzó todo. En su noveno aniversario de novios. Se casaron el 16 Julio de 2022.
Una novia en traje de chaqueta y pantalón
La idea de casarse en traje de chaqueta y pantalón siempre estuvo presente para Cristina. Sin embargo, la novia no encontraba un traje que fuese lo suficientemente especial como para no confundirlo con un traje blanco de oficina cualquiera.
Tras elegir y reservar un bonito vestido de novia, Cristina continuó con la búsqueda de un traje para el baile y la fiesta. Cuando tuvo en sus manos el diseño de Nadine Merabi, de terciopelo blanco, terminado a mano con lentejuelas y bordados, se enamoró. Pero no fue hasta que sus padres la vieron con él puesto y le dijeron: ‘Te podrías casar perfectamente con él’, que Cristina se planteó y decidió cancelar su vestido.
Ahora confirma que es la mejor decisión que pudo tomar, seguir su instinto. Sus amigas cuando la vieron le dijeron que ese traje era sin ninguna duda ella misma.
Lo complementó con un top de seda beige de la marca Theory y unos mitones de seda en crudo de la marca Cortana que adornaban las mangas por debajo de la americana.
Además, llevó un velo con cola de organza de seda blanca, diseñado y realizado por ella misma, que caía desde el ramo y arrastraba en el suelo.
Para el baile y la fiesta la novia sustituyó el traje por un cómodo vestido de cuello halter sin espalda de Amanda Uprichard x Revolve, realizado en un tejido muy especial con mini lentejuelas blancas.
Cristina acompañó ambos outfit con unos zapatos Prada de piel blanca con tacón ancho plano que, “sin saber cómo, salieron intactos al final del día”.
Respecto al ramo, eligió un bouquet de siete peonías blancas y olivo, realizado por la Floristería Matres, de Soria, que hizo lo posible por mantener flores y hojas frescas en la segunda ola de calor que atravesaba la provincia durante aquellos días.
Junto a las peonías, el amaranto blanco y las dalias tuvieron un papel protagonista, acompañados de otros tipos de flores, todas ellas blancas. Amaranto verde, olivo, eucalipto y unas guirnaldas de hiedra añadieron contraste.
Chelo Escobar se encargó de maquillar y peinar a la novia y a sus invitadas más allegadas, detalle de Cristina. Le hizo un maquillaje y un peinado con ondas muy naturales que cedieron el protagonismo al traje e hicieron que se sintiera ella misma.
Unas joyas muy especiales
Cristina dirige desde hace dos años la comunicación y creatividad de la emblemática Joyería Aldao, por lo que todas las joyas de su boda estaban vinculadas al conocido sello madrileño.
Ese día lució su sortija de pedida, fabricada artesanalmente desde cero por Aldao. Álvaro llegó a la joyería (Argensola, 22) con las ideas muy claras, y el resultado fue tan especial como acertado. Una sortija formada por un espectacular zafiro amarillo talla oval, seleccionado de entre varios por el novio, con orla y brazo de diamantes, realizada en oro amarillo.
Respecto a los pendientes de la novia, Aldao replicó a la perfección los que llevó Valeriana, su abuela, el día de su boda el 2 de enero de 1958. De los originales solo quedaba uno, el otro se había extraviado hacía tiempo. Discretos pero con mucho detalle, consistían en unas pequeñas flores de lis en oro amarillo, de las que caían unas circunferencias gallonadas y diamantes.
Por último, las alianzas de matrimonio, un diseño clásico y fino en oro amarillo, regalo de los padres de Álvaro. La pareja recibió un estuche con un riel del metal precioso, pulido y grabado, a partir del que se diseñaron sus alianzas en función de sus gustos. Una original manera de regalar las alianzas de boda con el sello inconfundible de Aldao.
El novio, la madrina y la madre de la novia
Álvaro llevó un traje azul marino de Hugo Boss al que añadió un chaleco beige cruzado de la marca Gamberry y una camisa realizada a medida por la emblemática Camisería Burgos, con sus iniciales bordadas en el costado. Lució, además, corbata de seda de Armani, pañuelo de Hugo Boss que más tarde regalaría a uno de sus testigos, y zapatos de piel de Bow Tie. Como joya destacada, unos gemelos de Aldao.
La madrina lució un vestido largo de color buganvilla, realizado a medida por su modista particular, y la madre de la novia un vestido de corte midi en color rosa empolvado hecho a medida por Conchita Saiz con tocado a juego de la misma diseñadora.
Ceremonia y celebración
Cristina y Álvaro se casaron en la finca privada del Palacio de Quintana de Soria, una construcción del siglo XVIII, propiedad de Doña Pilar Gonzalez de Gregorio, hija de la duquesa de Medina Sidonia y perteneciente a su familia desde hace diez generaciones. Una exclusiva joya arquitectónica con dos mil metros cuadrados de superficie y un parque de catorce hectáreas, donde se celebran unas quince bodas al año.
Fue una ceremonia civil muy íntima oficiada frente a un lago, dentro de la misma finca del Palacio de Quintana. Hubo un dueto de cuerda y Roberto, tenor y amigo de la novia, aportó la música en directo durante la ceremonia. Las lecturas de amigos y familiares llenaron el ambiente de emoción y cariño. Una reunión muy especial que terminó con los votos y el sí quiero de los novios.
Maher de Cintruénigo se encargó del catering.
Respecto a la repostería, Cristina desciende de una saga de artesanos del obrador, que comenzó su tatarabuelo en 1845 en Arcos de Jalón (Soria), por lo que el toque dulce quedó en casa. Hubo tarta nupcial de bizcocho con crema, adornada con yema y almendra picada y con una nube de azúcar glass.
Las invitaciones y los detalles de los invitados
El diseño del sello para lacre de las invitaciones tenía la forma de un reloj de arena, que los novios llevan tatuada desde hace años, y dentro de ella, las iniciales de ambos. Un sobre de papel hecho a mano de color verde savia guardaba la invitación: un impecable trozo de tela en color crudo, de bordes rasgados que sostenía delicadamente la información del enlace, escrita a mano por el padre de la novia.
Además de las invitaciones, el seating plan, los números de las mesas, el menú… Todo lo que implicaba texto, lo escribió a mano con pluma de tinta el padrino, y se escaneó, maquetó, imprimió y realizó con todo el cariño en casa, uno a uno. Las minutas sujetaban el nombre del invitado que iba en ese sitio con una cinta de algodón cosida a mano.
Respecto a los regalos para los invitados, los novios contrararon a un siluetista de Barcelona, que durante el cocktail y el banquete fue realizando a mano con tijeras y papel las siluetas de los invitados y entregándoselas a cada uno en el momento.
El momento más emotivo
Los novios coinciden que el momento más especial fue cuando su amigo Manu les dedicó unas palabras durante la ceremonia. Nadie pudo evitar las lágrimas, ni siquiera el resto de invitados.
Wedding Planners
Con el perfil creativo de Cristina y su experiencia, no faltaron ideas para la organización del gran día, y la con ayuda de toda la familia y Álvaro, sacaron el trabajo adelante hasta el mismo día de la boda.
Entre Cristina y su madre construyeron una estructura con forma de nube, que colgaron entre dos árboles, en el centro de la pista del baile, que se realizó al aire libre.
Respecto a las fotos de la boda, afirma Cristina, “No sabía ni me imaginaba cómo iba a ser mi vestido, pero sí sabía qué fotógrafos quería: Dos más en la mesa”.
Luna de miel
Cristina y Álvaro disfrutaron de diecisiete días recorriendo la isla de Bali (Ubud, Canggu, Uluwatu, Nusa Penida…), viaje que organizaron por su cuenta. Les impresionó la brutal presencia y belleza de fauna y flora en cualquier rincón, sus cientos de cascadas y lagos naturales. También la gente de Bali, que ha hecho su vida alrededor de la naturaleza, respetándola y nutriéndose de ella, su cultura y amabilidad y la seguridad que sintieron en cualquier parte. Disfrutaron de la comida, especialmente el delicioso arroz frito y noodles fritos con pollo o pescado y la cerveza local, Bintang. Destacarían, además, la excursión nocturna que hicieron al volcán Batur para ver amanecer, o la visita a las islas Gili, en Lombok, donde disfrutaron de playas de arena blanca prácticamente desiertas y aguas turquesa, y donde es posible bucear entre corales y tortugas.
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