Una novia preciosa con un vestido espectacular, un marco incomparable en un palacio histórico a orillas del río Henares, una historia de amor nacida de la solidaridad. Te contamos todos los detalles de la boda de Rocío y Fernando.
Rocío y Fernando se conocieron en el verano de 2014, en un campamento de la fundación de ayuda a personas con discapacidad Proyecto Persona, a la que ambos pertenecen. Ella tenía 19 años y él 23 cuando Fernando le pidió salir. “Fue en El Escorial, uno de mis sitios preferidos de España. Era una noche de luna nueva y estábamos viendo las estrellas”, revela Rocío.
Ceremonia y banquete
A punto de cumplir cuatro años de relación, Rocío y Fernando contrajeron matrimonio en Madrid. “Nos cansamos en la capilla del colegio Fundación Santamarca, muy cerca del Parque de Berlín. Es una iglesia preciosa a la que, por motivos familiares, tenemos especial cariño. El edificio es el antiguo palacio de la Condesa de Santamarca, y el interior de la capilla es espectacular”- explica la novia.
El banquete y la fiesta posterior se celebraron en el Palacio de Negralejo, una finca señorial de 1790 situada a orillas del Jarama y muy próxima a la capital. Destaca por sus fabulosos salones interiores y por sus magníficos espacios exteriores, perfectos para celebrar bodas al aire libre. “Al visitarlo tuvimos clarísimo que sería allí donde celebraríamos nuestra boda”, asegura Rocío. “El resultado no pudo ser más bonito. Volvería al momento de la celebración una y mil veces”.
La cocina del Palacio del Negralejo se encargó tanto del catering, como del cóctel, que “tenía aperitivos súper originales y no pudo gustar más a nuestros invitados”, como de la recena. “La comida estaba para chuparse los dedos y los postres… ¡para quitar el hipo!”.
Rocío y Fernando convocaron a sus invitados con la ayuda de unas invitaciones sencillas y tradicionales, realizadas por Service Point en color blanco crema.
El outfit de Rocío y Fernando
Rocío eligió un diseño de Inuñez para acompañarla en su gran día. “Desde el momento en que vi el boceto que me hicieron, me enamoró, y supe que ese era el vestido que mejor se adaptaba a mí y a lo que buscaba.”
Era un vestido en color blanco leche con base de crepé, manga larga y escote en pico, con una espectacular espalda con bordados de flores en relieve sobre tul transparente.
Las mangas, de seda georgette como la sobrefalda, llevaban tres pequeños botones en la muñeca. El cuerpo iba ceñido hasta la cintura, de donde caían la falda, con grandes botones hasta los pies que dejaban los zapatos a la vista al caminar; y la sobrefalda, que llevaba tres franjas de frunces haciendo relieve.
Poca cola y un velo de tul liso, muy sencillo, completaban el diseño.
Rocío acompañó su look con zapatos amarillos de Uniqshoes, diseñados por ella misma en colaboración con su madre. “Eran de ante, con la punta en pico y tacón grueso de purpurina de unos 6 cm de alto. Quería unos zapatos especiales, pero cómodos, para no tener que cambiármelos a lo largo del día y poder bailar todo lo que quisiera. Estos fueron la mejor elección, no paré de bailar”.
Además, utilizó una corona de M de Paulet con flores doradas, perlas blancas y alguna que otra piedra negra, a juego con los zapatos y con las joyas. Estas últimas fueron unos pendientes con tres hojas doradas de Acus Complementos y un anillo con piedra amarilla, de la misma firma y regalo de su madre. Ambos acompañaron a su anillo de pedida, “con forma rectangular, un zafiro azul en el centro y pequeños diamantes alrededor”, y a su anillo de diario, “un anillo del misterio del Rosario que llevo todos los días y que quería que me acompañase también en el día más importante de mi vida”.
Respecto al ramo, era muy silvestre: “como decía mi madre, parecía que lo acabábamos de coger del campo esa misma mañana”, asegura Rocío. “Tenía flores blancas y amarillas pequeñitas, y muchas hojas verdes, largas y finas. Iba atado con un lazo de raso de color mostaza, del que colgaba una medalla de la virgen. Me lo hizo un amigo de mi padre, que tiene una pequeña floristería, y no pudo quedar más bonito”.
Tanto el maquillaje como la peluquería de Rocío fueron obra del equipo de profesionales de Natalia Ferragut. “Fueron mis ángeles de la guarda durante los meses previos a la boda, y ese día no sé qué habría hecho sin ellas. No solo nos peinaron y maquillaron a mi madre, a mi hermana y a mí, sino que entretuvieron y divirtieron a mi hermano pequeño, terminaron mi maleta para la luna de miel y me metieron en el coche para ir a la boda”.
Fernando, por su parte, vistió un chaqué clásico con chaleco color arena y corbata azul marino.
La madrina y la madre de la novia
La madrina lució un vestido corto de color verde agua con plumas en la parte inferior. Llevaba capa y era muy fluido. Llevó el pelo recogido en un moño y zapatos de tacón en color verde.
La madre de la novia llevó un vestido midi de color coral con un lazo en el hombro derecho. Llevó el pelo recogido en un moño bajo con una pamela de color arena con plumas y flores negras. Completó el look con salones color nude de charol, cartera de mano en el mismo color y pendientes de lágrima en tonos coral.
Invitada más elegante
“Hubo muchas invitadas guapas y elegantes, y una de ellas fue mi hermana pequeña -explica Rocío-. Llevaba un vestido midi precioso de Bimani 13, que consistía en dos medios vestidos, uno gris y otro verde agua. Uno con manga larga y otro sin manga. Lo acompañó con una pamela en color fucsia, a juego con los salones de tacón. Le hicieron una trenza preciosa que le sentaba fenomenal”.
El momento más emotivo
Rocío destaca muchos momentos emocionantes: “Uno de los más bonitos y especiales de la boda fue el de mi entrada a la iglesia. Soy súper vergonzosa y pensé que me iba a morir haciendo el pasillo de entrada, pero no fue así. No me puse nada nerviosa y lo disfruté muchísimo. Ir agarrada a mi padre, entrar en una iglesia llena de gente a la que quiero y ver a Fernando esperándome en el altar, no tiene precio. Al llegar al final, Fernando me dio un abrazo precioso.
El momento del “sí, quiero”, me encantó también. Fue muy gracioso ver a Fernando tan nervioso. ¡Casi no podía sacar los anillos de la bolsita!
Otro momento especial fue el de la entrada al banquete. Fernando y yo entrábamos al compás de una canción lenta cuando vino corriendo hacia nosotros mi hermano pequeño, Jaime, con Síndrome de Down. Llevaba mucho tiempo diciéndome que él quería ser el novio, no Fernando… así que al final entré agarrada de mis dos hombres favoritos.
Otro momento inolvidable fue cuando le di el ramo a mi hermana pequeña, María. Pusimos la canción “Bombón de chocolate” de Siempre Así, que le encanta. Ella no sabía que iba a entregar el ramo a alguien y se emocionó muchísimo.
Otro, cuando en medio de la pista se proyectó un vídeo sorpresa con fotos y dedicatorias de todos nuestros invitados.
El momento del vals, por último, fue maravilloso. Primero bailé con mi padre, después con Fernando, y por último con mi hermano Jaime, que llevaba meses sacándome a bailar en casa porque quería ensayar ese momento. Estaba pletórico y no cedió su puesto a ningún otro chico”.
Luna de miel de Rocío y Fernando
La luna de miel de Rocío y Fernando fue un romántico viaje por Europa con escalas en diferentes ciudades: Praga, Viena, Venecia, Florencia y Roma.
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