El viaje que no subes a redes y guardas solo para ti
Hay viajes que se cuentan en stories, y otros que se viven tan de verdad que prefieres no sacarlos del bolsillo
El viaje de novios es, para muchas parejas, el viaje más esperado de su vida. No solo porque llega después de meses, o años, de preparación, nervios y listas interminables, sino porque simboliza algo muy concreto: el primer viaje como matrimonio. Es el viaje que no se repite, el que siempre se recuerda con una sonrisa cómplice y el que, por mucho que pasen los años, sigue estando en el podio.
Durante la luna de miel todo parece ir un poco más despacio. No hay horarios escritos, obligaciones, no hay que agradar a nadie como en la celebración. Solo estáis vosotros dos, el cansancio bonito del “por fin” y esa sensación extraña de poder descansar la mente y estar justo donde tenéis que estar. Es un viaje lleno de primeras veces. El primer desayuno sin prisas, la primera siesta sin alarmas después de tanto tiempo de organización, la primera conversación larga sin hablar de música, flores o menú.
Sin embargo, vivimos una época en la que parece que un viaje no existe si no se comparte. Estamos tan acostumbrados a ver lunas de miel ajenas en tiempo real… Con aeropuertos perfectamente fotografiados, habitaciones de hotel con vistas infinitas, desayunos “aesthetic” y puestas de sol estratégicamente grabadas. Influencers, amigos y conocidos, todos ellos han enseñado su viaje de novios casi antes de hacer la maleta.
Eso no está mal. Compartir ilusión es bonito, pero también puede generar una presión silenciosa. La sensación de que hay que subirlo todo, documentarlo todo, demostrar que ese viaje está siendo “el viaje”. Y aquí viene la revelación esperada y es que no tienes que hacerlo. No es una obligación y no tienes que subir absolutamente todo para que los demás vean lo bien que te lo estás pasando.
El viaje que guardas en tu memoria
Hay momentos de la luna de miel que no encajan en un post. No porque no sean bonitos, sino porque son demasiado vuestros. Como ese silencio cómodo mientras miráis el mar sin decir nada, o la risa absurda por una tontería mínima después de un largo día. O esa conversación profunda de madrugada, medio dormidos, que no sabéis cómo empezó pero que os hizo profundamente felices.
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Hay desayunos despeinados que no necesitan filtro, paseos sin destino que no caben en un vídeo corto, miradas que no se pueden traducir en palabras… Y esos momentos, curiosamente, son los que más se quedan.
El viaje que no subes a redes suele ser más honesto. El que no está pensado para gustar, sino para sentirse. El que no busca validación externa porque ambos sabéis que es lo que siempre habíais soñado. Es el viaje donde el móvil se queda más tiempo guardado, donde las fotos se hacen “por si acaso”, para enseñar a vuestros familiares en vuestro regreso, y no “para subirlas ahora”.
Guardar partes de la luna de miel solo para vosotros no es esconderlas, es protegerlas. Es decidir que no todo tiene que ser compartido para ser real. Que algunas experiencias ganan valor precisamente porque no pasan por una pantalla. Y además, seamos sinceros, nadie necesita ver absolutamente todo y nadie está tan pendiente para seguir todos vuestros pasos. Con el tiempo, los recuerdos en la memoria se vuelven mucho más importantes que cualquier fotografía que tengáis en el teléfono. Al final, la luna de miel no es el viaje que más se enseña sino el que más se recuerda y quizás ahí este su magia.
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Fuente Lucia Se Casa https://ift.tt/sKbWkmH
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